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viernes, 9 de marzo de 2018

Dejando Europa

Llegué en la tarde a Alemania, en el aeropuerto de Colonia me hicieron varias preguntas sobre mi tiempo de estadía, me pidieron mi boleto de regreso a México y me preguntaron cuanto dinero tenía conmigo. El oficial de migración se sorprendió bastante cuando le dije que mi próximo destino sería Irán y que por eso no tenía boleto a México. Me preguntó si no me daba miedo y que si había pensado bien lo que estaba haciendo. Simplemente le sonreí y estampó mi pasaporte.

Esperé una media hora en el aeropuerto a que M pasara por mí. No había habido mayor química entre nosotros la ultima vez que estuve en Dusseldorf, pero tampoco es que nos lleváramos mal. Digamos que nos la pasábamos bien si tomábamos éxtasis, así que ¿Por qué no? La temperatura fuera del aeropuerto era muy baja pero me agradaba sentir el viento frío. Condujo una hora aproximadamente hasta Dusseldorf y no hicimos mucho pues él tenía que despertarse temprano para ir a trabajar.

Mientras él trabajaba yo me pasé el día haciendo compras y cocinando, viendo videos y como siempre perdiendo el tiempo. Hacía mucho frío afuera y ya había visto la ciudad, realmente no es importante nada de lo que hice.

Me di una vuelta por los mercados navideños



No recuerdo en que punto del día terminé comiendo ramen. M me invitó porque es Alemania y los restaurantes son caros

En la tarde del siguiente día un amigo suyo fue de visita al apartamento y hablamos un poco antes de ir al departamento de otro amigo suyo que nos daría una pastilla cuyo nombre no recuerdo, pero era una combinación de LSD con éxtasis. Hacía mucho frío y las calles estaban congeladas, lo cual usamos a nuestro favor para deslizarnos. Aún estoy sorprendida por no haberme caído. Sus amigos eran muy graciosos, estuvimos hablando un buen rato. Sinceramente no recuerdo de qué, sólo recuerdo que me hacían reír. 

Regresamos a su casa y como la pastilla toma más de una hora en hacer efecto nos metimos a la tina de baño a disfrutar del agua caliente después de haber estado en el frío. Finalmente sentí como hacía efecto. No relataré mucho, pero veía colores, no podía mantenerme en pie, todo me parecía gracioso y me sentía bien. Tenía un viaje al día siguiente que me tenía muy nerviosa y eso ayudó a relajarme. En algún momento pasamos media hora riéndonos sin parar. El efecto no duró mucho, a las 3 de la mañana ya se había pasado, así que me levanté y fui directo a la cocina para preparar sandwiches ya que volaría en aerolíneas de bajo costo donde la comida se paga aparte.

M me preguntó si quería tomar más, pero decidí que no era una buena idea, quería estar totalmente lúcida para mi viaje, sin mencionar que iba directo a países musulmanes y prefería no jugar con eso. Nos fuimos a dormir a la cama, a eso de las 7 tenía que tomar el tren hacia el aeropuerto. 

La noche anterior había nevado, por lo que Europa se despidió de mi mostrándome lo bella que es revestida de blanco, como diciendo: De esto te vas a perder por irte. 

Disfruté esos últimos momentos de caminata en la nieve y finalmente me hice a la idea de dejar el continente. 


No había asientos disponibles y tuve que improvisar.

En el aeropuerto la historia de repitió con el oficial de migración al salir de Alemania. Me preguntó si estaba segura de lo que hacía, que Irán podía ser muy peligroso y me deseó la mejor de las suertes al sellar mi pasaporte.

Bye bye

Llegué al Aeropuerto de Estambul con una escala lo suficientemente larga para ser aburrida, pero demasiado corta como para salir a explorar la ciudad, sin mencionar que sólo llevaba equipaje de mano y no quería cargar todas mis cosas por ahí. La verdad es que fue un fastidio porque hay que pasar por el control de seguridad y de migración nuevamente. Fue aquí cuando me quitaron mis tijeras, eran unas pequeñas, de esas que usan los niños en primaria con punta redonda. Las usaba para cortar el hilo en mi kit de costura y volé muchas veces con ellas sin mayores problemas. Pero la mujer de seguridad incluso llamó a la policía que al ver porque fueron llamados la miraron fastidiada, pusieron las tijeras en el contenedor de basura y se fueron. ya me veía yo en una cárcel turca por llevar tijeras para niños.

Después de tan bella experiencia llegué a la terminal. Le di mil vueltas buscando un wifi abierto, pero eso no existe en ese aeropuerto, comí un par de mis sandwiches, jugué un poco con el celular y finalmente pagué para tener wifi por 3 horas. 

En condiciones normales no lo hubiese hecho, pero decidí no descargar un vpn y sin eso no es posible accesar a muchas aplicaciones en irán, por ejemplo a facebook. No estaba segura de si podría usar Whatsapp así que quería avisarle a mi hermano que si me desaparecía por un par de semanas no se preocupase. Descargué varias páginas de un comic que estaba leyendo, algunas canciones y varias páginas de internet con consejos sobre Irán por si no pudiese acceder a ellas en el país.

Finalmente llegó la hora de partir, fui a formarme y delante de mi había un señor al que no dejaron pasar porque necesitaba tener la visa desde antes. Eso me puso bastante nerviosa, pero llegado mi turno pasé sin problemas. Fue un vuelo corto pero estuve nerviosa todo el camino, por fin el avión aterrizó y yo no sabía si debía de salir del avión ya con el velo puesto.

Miré a mi alrededor y al no ver ningún cabello largo a la vista decidí ponérmelo. Eran las 3 de la mañana, ahora estaba en Irán y lo primer que debía de hacer era comprar esa visa.

Todo un icono de la moda

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